Están todos

En cada salida nos juntamos todos con un único fin: andar en bicicleta. Y no falta nadie…

Están los que no llevan reloj, los que sí lo llevan. Los que además de llevar reloj llevan pulsómetro.

Están los que llevan la cadena seca y los que la tienen engrasada en excesivo aceite y barro. Está el que todavía tiene la bici embarrada de la salida anterior y el que la tiene siempre lustrada.

Está el cansado a los pocos kilómetros de salir y el fresco como una lechuga al terminar la pedaleada. Está el que mira finito al horizonte, el que mira al piso y el que mira para todos lados como loco perseguido.

Está el que anda y anda, y el que se baja para ver si no anda con la rueda desinflada. Los que disfrutan están adelante, al medio y atrás. Están los preocupados de siempre, mirando a ver si todo anda bien y que a nadie le falte nada, y están los que nunca llevan nada.

Están los que llegan y se quedan sobre la bici esperando continuar y están los que no ven la hora para llegar para desparramarse y nadar entre mates y pastafrolas. Y ahí están los charlatanes y los que no le sacas una palabra ni preguntándoles el nombre. Está el que toma agua, Gatorade, mate, vino, cerveza, ginebra… Está el que toma café con leche y el que mezcla cerveza con Fanta naranja. Está el que come cereales, barritas y frutas, y el que está a dieta y le entra al choripán.

Están los que se prenden en todas, los que no pueden participar en todas y el que aparece cada tanto. Están los que siempre están. Está el que saca fotos y filma, y está el escrachado.

Está el que se levantó temprano, preparó todo, el que nunca se olvida nada y que llega 10 minutos más temprano; está el puntual, y está el que llama por teléfono para que lo esperemos y durante el camino se va acordando de todo lo que se olvidó.

Está el habilidoso que sortea cualquier obstáculo y el que se lleva todos los obstáculos por delante.

Están los que usan casco, sombrero, gorrita y vincha; y los que no usan nada. Está el turista: lentes, cámara de fotos, equipo de mate, short, camisa floreada, radio, bici con banderín, pantuflas y diario. Y está el deportista: calzas, jersey, bici desprendida de cualquier cosa que la haga más pesada, pedales automáticos y nada más.

Está el que pincha alguna vez… dos veces… tres veces… cuatro… en la misma salida, y también está el que nunca pincha. Está el que revienta cubiertas y el que lleva cubiertas reventadas. El de las lisas, semi lisas y el que se aparece con cubiertas de tractor 26×2.35
Está el que lleva inflador y no anda, el que lleva la cámara de repuesto y está pinchada (también), el que se olvidó el pomo de solución abierto, el que lo llevó cerrado pero no llevó parches, el que prestó la cámara y pinchó. Está el que lleva la bici en condiciones y está el que va perdiendo partes en el camino.

Está el que participa de una salida considerándola todo un desafío y está el deportista que se acerca dejando de lado su espíritu competitivo para compartir un momento entre amigos.

Está el insólito que parte la caja pedalera… dos veces… el mismo día… (o noche).

Está el legendario con su flamante bici de “caño” de toda la vida con palanca al volante y está el actualizado con su bici de fibras de carbono último modelo.

Está el que se pregunta “¿Qué pasaría si alguien se cae y se lastima?” y está el que hizo el curso de primeros auxilios (en su casa, esa salida no fue). Está el que lleva botiquín (por si alguien sabe usarlo)

Está el viejo que usa la bici de bastón (¡y cómo la usa!) y está el pibe que ve al viejo pedalear y continuar.

Estamos todos en el montón.

Están los que buscan siempre un poco más, los que le pelean a la dificultad; que no se plantan ante la adversidad, el que busca la autosuperación como única meta. Está el que termina la jornada con sus últimas fuerzas, o acarreado porque ya no da más.

Está el que vuelve, siempre vuelve. Y está el que ayuda y alienta para que esto sea posible.

Juan Matías | Grupo La Loma