Bartolomé Bavio

Relato de Luis “El Pela”

Cuando a las 7:30hs. de la mañana sonó el despertador y miré el cielo, que no estaba muy amistoso, con sus nubes amenazadoras y el suelo aun mojado por la reciente lluvia, daba más para seguir durmiendo en aquella gris mañana de primavera…

A pesar de eso me levanto, desayuno y al ir en busca de la bici, noto que estaba desinflada!!! Nuevamente el dilema de quedarme o reparar la pinchadura y emprender el viaje… Las ganas le siguen ganando a a pereza y me dispongo a arreglar el desperfecto. Como había perdido tiempo con la reparación, llamo a Matías para avisarle que salgan y yo los encontraría más adelante, pero ellos me vancan esperándome hasta que llegue.

Eran ls 9 y cuarto de la mañana cuando empezamos a pedalear rumbo a Bavio Matías, Jorge, Gustvo y yo. Las nubes aun estban bajas, como presagiando lluvia, pero igual salimos tomando calle 13 hasta el aeropuerto y de allí hasta calle 7 para llegar hasta 659.

Ya estabamos en zona rural: con su calma, sus olores y el sol, que coincidentemente justo allí empezó a dejarse sentir, le daba brillo a los colores del campo; el verde de las plantaciones que empezaban a crecer, contrastaba con el marrón de la tierra ya trabajada y dispuesta a recibir la siembra.

Así, tranquilamente fuimos ganando kilómetros al camino entre charlas sobre deporte, nutrición, arquitectura de la zona y demás.

Casi sin darnos cuenta llegamos a Correa, realizando una breve parada técnica para continuar el camino, previa despedida con Jorge, que debía regresar a La Plata.

Con algunas dudas continuamos hacia Bavio, pues la zona estaba con mucha agua y no sabíamos bien en qué estado se encontraría el camino.

Esperábamos barro y lo encontramos por todos lados !!!

Fue así que comenzamos a enchastrar las bicis en zigzagueantes coleadas, y algún que otro pie en barro nos fueron adentrando en el paisaje, cada vez más rural, con sus campos inhundados y sus teros, calandrias y zorzales que se encargaban de la música.

Al llegar al puente sobre el arroyo El Pescado, el panorama era único, desbordante de agua sobre el piso del mismo y el arroyo, que en su salida hacia el campo, generó una gran laguna, donde el reflejo del cielo en ella, le brindaba un color que me hizo recordar mis queridos lagos del sur.

Los lirios, con sus tallos verdes y flores amarillas, hundidos en el arroyo, hacían más hermoso aun el paisaje.

Daba para disfrutar ese momento y también dejarlo estampado en el recuerdo, cosa que se encargó Matías con la sensibilidad de su ojo.

Luego de este recreo para la vista, continuamos y el barro se hacía cada vez más pesadito y obligaba a hacer sintonía fina en el equilibrio pues, cualquier salida de la huella implicaba un seguro disfraz de barro y la consiguiente cargada de los demás. Pero no, estuvimos bien prolijitos…

Luciendo orgullosas bicis barrosas, llegamos a Bavio a eso de las 11:30hs. con bastante hambre y deseos de unos buenos amargos.

Me fui hasta la panadería de Bavio, riquísima en carbohidratos de la mejor calidad; me hice de unos buenos “libritos” y junto con el mate de Matías, saciamos nuestra necesidad de “rehidratarnocarbonatos”.

Un rato más tarde, luego de conversar sobre historias de los pueblos por los que circulamos, anécdotas de otras salidas y propuestas de nuevos recorridos, emprendimos el regreso.

Nuevamente, el paisaje de primavera con el campo a full, potenciaba el disfrute de la pedaleada.

En Correa, paramos un par de minutos para decidir el rumbo: sea por las vias o por el mismo que utilizamos en la ida y nuevamente el deseo de aventura nos llevó a ir por las vias.

Ya en movimiento, nos dimos cuenta que la cosa se complicaba, por lo chirlo del barro, las bicis que se iban del camino y nosotros que jugábamos chapoteando agua en el sendero de las vías.

Al llegar al terraplén, Gustavo nos demostró sus cualidades como equilibrista al sortearlo sin problemas desde las alturas, mientras nosotros lo hacíamos metiéndonos a pleno en el charco.

Asi seguimos hasta llegar al asfalto, donde nuestras ruedas comenzaron a despedir la tierra acumulada en ellas, dejando así, melancólicamente, el paisaje rural para entrar, otra vez, en lo urbano.

Al llegar a calle 7, tomamos derecho hasta la 72 y desde allí, cada uno fue tomando hacia sus lugares y nos fuimos despidiendo en fraternal abrazo “hasta la próxima” !!!.

Eran aproximadamente las 2 y media de la tarde y habiamos realizado unos 80 Km.

Mientras pedaleaba rumbo a casa, recordaba aquella pereza matinal y la comparaba con la alegria de todo lo vivido en la salida. Me sentí tan bien, por haberle ganado a la fiaca!!!

Una vez más, una salida con amigos, disfrutando lo que me gusta hacer: andar en bici, recrearme y valorar nuestra naturaleza. Tan simple y tan groso como eso !!!

Y mucho más grosso !!!! La semana que viene, habrá otra oportunidad para saborear nuevas sensaciones !!!

Un fuerte abrazo con quienes compartí esta salida, con los que he compartido otras tantas y con las que compartiré, si Dios quiere, en el futuro.

Pela