Domselaar tras los pasos de Felicitas

Tras los pasos de Felicitas Guerrero, el fantasma de Domselaar

No tan tempraneros como en otras ocasiones, fuimos amontonándonos en distintos puntos de encuentro, llegando a ser aproximadamente cuarenta bicis, entre La Loma y Cebados. Cerca de las 10 45 partimos rumbo a Domselaar, los pagos de Felicitas Guerrero. Muchos de nosotros aprovechamos parte del recorrido para escuchar la escalofriante historia del famoso castillo.

El camino pintoresco, como siempre; árido por momentos; aromático en otros; y un vientito interesante que en gran parte del recorrido se nos puso en frente, obligándonos a aminorar la velocidad a la vez que sobrevenía en nosotros la sensación de desafío por cumplir.

No tuvimos grandes sobresaltos, excepto alguna que otra pinchadura… Sin embargo el apuro sobrevino ante la posibilidad de quedarnos sin lugar en la pizzería!! Y fue así como unos decidieron meterle pedal y hacer punta para llegar, y otros hasta llamaron por teléfono desde el camino para encargar las empanadas!!

Tarde fresca pero con la compañía de un sol agradable y reconfortante, también mateamos en la estación y recuperamos fuerzas para el regreso.

El castillo comenzó a dibujarse, oculto y misterioso, entre árboles de todos los tipos y colores y estatuas envejecidas de aquel lugar extraño. Un camino escondido nos dejó más que claro que ese lugar tiene un “no sé qué”, que produce una mezcla extraña de admiración, sobresalto y un poco de miedito. Consultando con el Doctor Google, me encontré con la historia de Felicitas, la construcción del castillo en 1872, los dichos de los habitantes del lugar, y hasta historias de fantasmas!!

Pudimos hacer una recorrida perimetral, y algunos nos asomamos dentro de uno que otro cuarto entreabierto, que invitaba a los curiosos a echar una ojeada rápida. Sótano en penumbras, escombros y un aire frío y tenebroso. A lo lejos, se dejó entrever algo que, según Luis el coordi, parecía un “confesionario”. Creo que para asustarme, después me dijo que posiblemente era un sarcófago. Esa sola expresión bastó para que me retire súbitamente del lugar, jaja. En realidad, mirando un poco mejor, descubrí luego que simplemente era un placard viejo.

Una viejecilla custodiaba el lugar sentada en una silla oxidada. Y a ella la custodiaban no menos de seis perros salvajotes no tan amigables. Es más, me acerqué a la señora en cuestión, y en eso escucho que le dice a su perra: “muy bieeeeen Clarita, muuuuuuy bien, así me gusta, ládrales, ládrales… lo bien que haces…” . Debe haber sido que Clarita nos ladraba porque no sabíamos que había que pagar una entrada de 30 pesos. Sí, 30.

Foto por aquí, foto por allá, por un ratito no hubo cascos, y más bien diría que algunos estuvimos más cercanos a “Sissi, pequeña reina”, “Mujercitas”, “Papaíto piernas largas”, y toda la colección Billiken, más que al cicloturismo en MTB.

El regreso se avecinaba, y tuvimos que correr detrás del sol que se nos iba. Alguna que otra foto del mágico atardecer, y los abrigos que por suerte habíamos llevado, nos acompañaron en este veloz retorno.

Bueno, amigos, hasta aquí el relato… y siguiendo un poco esto de los cuentos fantásticos… resulta que mi bici estaba a punto de convertirse en calabaza, por eso, antes que el encanto se rompa, me decidí a apresurarme para llegar pronto a casa, y de muchos de ustedes no pude despedirme. Valga ahora mi saludo y mi agradecimiento!!

Como siempre, un placer haber compartido con ustedes estos “cachichien”, como dice el Pela.

¡Hasta la próxima!

Virginia M.