El Destino y capaz que algo más…


Relato de El Destino

Eran las 6 h del sábado y se pronosticaba un buen clima para los 85 km que nos esperaban, según la radio que escuchaba mientras ultimaba mis detalles y al mismo tiempo se informaba que se encontró al A.R.A San Juan, lo cual me entristeció un poco pero no podía dejar que me opacara y debía poner todo el empeño a la salida, mi primer salida con alforjas, y todo aquello necesario para acampar y para solventar cualquier situación por el camino, camino hacia la Estancia El Destino, lugar que solo conocía de oído. Decidí armarme de coraje –porque no sabía si me iba a aguantar el viaje-, junte valor y salí al punto de encuentro, con más dudas que certezas… iba pensando; ¿equilibré bien el peso? ¿por qué la siento a la bicicleta hecha un “flan” al andar? ¿pinché? ¿se bancará tantos kilómetros? En fin…. Tenía dudas de hasta si salir o no.

Una vez llegado a 131 y 68, al llegar no encontré a nadie. Eran las 07:18 h y en la calle había un perro y yo, ¡no había nadie! hasta que por la Calle 68 veo a otro integrante a lo lejos, era mi tocayo, Pablo que venía pedaleando. Al instante aparecieron por 131 el resto. Ahora sí, estábamos todos. Nos saludamos, nos dimos ánimo, y ¡a pedalear!

Emprendimos viaje por 137, donde no había un alma y solo éramos 10 ciclistas a puro pedal cargados de cosas pero contento de pedalear. Llegamos a Arana y tomamos la vía, a Correas, a Bavio, y un largo recorrido hasta el pueblo de Arditi, en donde el piso del camino era “arena” por momentos, y otros era barro con charcos de lado a lado, y la tormenta nos amenazaba con algunos rayos y unas nubes negras, y nos bromeaba lloviznando, obligándonos a parar, y sacar el equipo de lluvia para que dejara de llover una vez que terminamos de cambiarnos y “cocinarnos” a fuego lento por el resto del camino…pero no paramos!. Solo paramos por media hora a comer algo frente al barrio de Suboficiales del Ejército de Magdalena. A pesar de la complicación en algunos tramos de los caminos rurales, seguimos hasta llegar a la Estancia El Destino, donde la paz de la naturaleza ya se percibe desde la entrada.

Una vez adentro de la estancia, nos ubicamos y armamos campamento, en compañía del “Perro Chancho” oriundo de El Destino (ya conocido por algunos integrantes) comimos algo y alguien decidió acompañar la armada de campamento con un mate que iba de acá para allá. Ya asentados, decidimos descansar, y luego realizar una caminata todo el grupo tomando mate con Pablo como cebador oficial hasta llegar al rio. Luego llegó la noche, -mientras Porra armaba una luz que iluminaba medio campamento- se organizó mientras tanto para ir a Punta indio, Verónica y sumar algún recorrido cercano, del cual en mi caso no hice por miedo a agotarme para el regreso a La Plata, quedándome a descansar con otros integrantes en el campamento, mientras otros valientes el sábado por la mañana emprendió viaje en misión a la búsqueda de un buen asado hasta el Supermercado El Oasis de Punta Indio para la noche del Domingo. Yo en mi caso, decidí emprender una pedaleada por toda la estancia para conocerla, pasando por el rio, sus caminos internos y bosques de total silencio, sus construcciones, su establo y jardín principal, y llegar al rio para contemplar la paz del lugar. Ya a la tarde, se veía en la entrada unas bicicletas, eran quienes partieron y volvían orgullosos de ese tramo hecho con la recompensa de cumplir el objetivo de llenar esa parrilla que esperaba en el camping.

Ya a la tarde-noche, Agustín dio inicio a esa parrilla cocinando el asado, atentos a las gallinas que merodeaban esperando el momento para algo robar, en donde algunos compartimos charlas de ciclismo, campamentismo, bromas y los más nuevitos, atestamos en preguntas a los más antiguos del grupo en preguntas de cómo es una cruzada como la de los Andes, que llevan, que no, cuantos kilómetros, donde compramos las garrafitas de Butano para el anafe de camping y como se usa y mil preguntas más. Ya llegadas las 22hs, alguien dijo de fondo;-“hay que bajar el asado!”, y Martín en segundos resolvió una caminata nocturna con linterna en mano para ir al río a hacer una buena foto nocturna y con él emprendimos caminata en medio de la oscuridad de la noche con la luz de la luna; éramos Martín, Andrea, Porra con su superlinterna, y quien les escribe. Luego de estar un buen tiempo en el río, emprendimos regreso al campamento a descansar para el lunes a la mañana armar alforjas y emprender regreso. Ya abastecidos en agua y con todo armado, decidimos regresar, pasando por Magdalena y retomando los caminos rurales que nos llevaron a la Estancia. Ya cansados, pero contentos por tan excelente fin de semana, cada uno regresó a su casa. En mi caso fueron 85km de ida y 85km de vuelta, 170km totales con la bicicleta cargada con carpa, alforjas y todo aquello que necesitaba para acampar. Fue mi primera salida con alforjas, mi primera visita a la Reserva Natural El Destino y mis primeros 170km con un grupo de excelentes personas que me alentaron en todo el camino a no frenar. Mi experiencia por tener pocas salidas con el grupo es excelente! Vengo conociendo personas que no solo tienen el mismo sentimiento por el ciclismo que uno, si no personas con ganas de sumar amigos, kilómetros, charlas y disfrutar a pleno las salidas. Eso es el Grupo La Loma.

¡Un grupo que espera a que todos se sumen en las salidas y sumar amigos!

Pablo Basconcelo


Relato de Punta Indio y Verónica

Domingo, 6.30 de la mañana amanecimos cuando Martín entonó Aurora (¿qué habrán pensado los demás acampantes?).

Desayunamos…mucho: café, mate, galletitas y algunos partimos rumbo a Punta Indio. Una mañana llena de sol y un viento propicio nos acompañó en un camino con algo de serrucho, arena y muchas flores. Con entusiasmo llegamos a Oasis, supermercado que salva a todo ciclista hambriento.

Seguimos en búsqueda de las ruinas del Hotel Argentino. Cuenta la historia que este hotel, construido a principios del siglo XX fue frecuentado por políticos y artistas, dándole esplendor al naciente pueblo, pero a medida que avanzó el río sobre sus playas fue abandonado y lentamente destruido hasta que el año pasado fue demolido totalmente por razones de seguridad (qué pena!!!). Actualmente se conserva una pila de escombros y los añejos árboles que acompañaron una época dorada.

Desde las ruinas avanzamos por caminos internos del pueblo hacia Verónica, mientras algunos ciclistas decidieron volver al campamento en pos de una siesta.

Una vez que tomamos la ruta hacia los pagos de Blanquita, empezó la lucha con el viento: 1.30 h para recorrer ¡20 km asfaltados!, pero tuvimos nuestra recompensa cuando almorzamos en la preciosa plaza, a la sombra de los árboles, junto a su lago.

Y emprendimos el retorno: el viento se volvió nuestro amigo y pudimos hacer los 20 km hasta la ruta 11 en poco más 30 minutos; claro que cuando tomamos nuevamente la ruta de tierra, la arena y el serrucho se habían intensificado: ¡No importa! En el campamento nos esperaban mates, charlas y a la noche un excelente asado hecho por Agustín (asador oficial) ¡y ni que hablar de la torta de chocolate que nos regaló Clo!

Andrea Horak