Los Reyes Magos de La Loma
¡Qué hermosa experiencia! Una vez más, una excusa nos lleva a conocer otras realidades, duras, durísimas por momento, pero nos llevamos el placer de haber jugado, charlado y dado un regalito a estos chiquitines, que nos abrazaron el corazón. Espero que alguno de ellos se lleve algo lindo de nuestro paso por allí y que cada vez seamos más los que nos acercamos a dar y recibir. No voy a olvidar el recibimiento de una de las nenas del lugar, que desde la altura de mis rodillas, se me paró enfrente, me miró y me abrazó las rodillas. Me agaché y me abrazó como si nos conociéramos de toda la vida. Nudos en la garganta, momentos donde las lágrimas no piden permiso para salir, simplemente imposible explicar lo vivido. Sólo hay que vivirlo para entenderlo.
Romina Araya
El comentario de Romina expresa los que fue la salida, solo me queda por agradecer a todos los chicos que se sumaron y cambiaron un juguete por una sonrisa, a todos los que realizaron su aporte desinteresadamente, a todos los amigos que colaboraron durante el trayecto, a los chicos que fueron con su vehículos de apoyo, al grupo Quiero Pedal, a la Juguetería y Librería Futuro, a los amig@s que embalaron cada juguete, a mi familia que siempre están y por supuesto a Los Reyes Magos Melchor y Gaspar que después de una noche agitada se tomaron un tiempito para seguir regalando amor.
Solo tengo palabras de agradecimiento amigos.
Gracias a los hogares que nos abrieron sus puertas y a la Hermana Adriana por guiarnos en el hospital de niños.
Muy buen año para todos, los quiero.
Baltazar
¡Volviendo a empezar!
A mí siempre me gustó andar en bici, desde chiquito. Sin embargo, nunca fui un gran fanático, sino que aprovechaba las ocasiones que se iban dando naturalmente: salidas en bici con la familia (eran las menos, je), con mis amigos, con el colegio, etc. Pero de a poco esa frecuencia se fue menguando, y mi bici de a poco fue juntando cada vez más polvo. Daba lástima pasar por el garaje y verla ahí, con las gomas desinfladas, con sed de aventuras… Pero tampoco se daba la oportunidad de usarla; y la vida universitaria, amigos y otras demandas la terminaban relegando a un lugar distante en la grilla de salida. Pero algo estaba inquieto adentro mío, como encerrado, como una cuenta pendiente que queda por saldar. Más de chico tuve una lesión importante, de la cual no tengo secuelas, pero el médico me recomendó fervientemente que para no tenerlas debía hacer actividad física el resto de mi vida. Aún así, los causes de la vida me fueron llevando a hacer cada vez menos deporte, a la vez que cada vez que entraba a casa tenía que pasar por el garaje, y la bici seguía ahí colgada. Una vez un gran amigo (de esos pocos verdaderos amigos que uno tiene en la vida, cuya amistad dura toda la vida y que son contados con una sola mano), me dijo de ir a andar en bici con La Loma, un grupo de cicloturismo coordinado (según él) por gente espectacular, de muy buena onda y con la intención de hacer las cosas en serio y bien. Esa vez no pude ir, y la siguiente tampoco, y la otra menos; siempre por otros compromisos e imprevistos, pero estaba la cuenta pendiente. Este 6 de enero del 2014, día de Reyes, le planteé a este gran amigo: ¿Por qué no aprovechamos y vamos a visitar el Hospital de Niños, para hacerle pasar un buen rato a los chicos que están ahí? La ocasión lo ameritaba, los horarios cerraban, las ganas sobraban, ¡era la situación ideal! A todo esto, me responde que el ya tenía pensado hacer eso con el grupo con el que andaba en bici… La verdad, quedé un tanto desconcertado: gente que no tiene nada que ver con ninguna organización solidaria ni nada por el estilo, yendo a visitar chicos enfermos y necesitados, dando su tiempo de un día libre para ponerlo al servicio de la sociedad…
¿Quién hace eso? ¡Qué locura! Me encantó, y le dije que me sumaba a la salida.
Y no me arrepentí: tres de los integrantes estaban vestidos de Reyes (sí, poniéndole el pecho a ola de calor), y la gente del grupo, con toda la naturalidad del mundo, los bancó durante todo el pedaleo por la ciudad, visitando tres hogares para niños y el mencionado Hospital; siempre con la misma onda y garra que los identificó cuando empezaron a pedalear. Pero lo que más me llamó la atención es el espíritu de solidaridad y la calidad humana de todo el grupo, que se veía hasta en el más mínimo detalle: en ese abrazo al nene necesitado, en esa sonrisa alentadora al compañero cansado, en el afán de hacerles pasar a los demás un muy buen rato.
No hace falta aclarar si voy a repetir o no esta experiencia, y si bien el resto de las salidas tienen otro aire y otro estilo, con lo poco que los conozco puedo decir que son un gran grupo de ciclistas, pero sobre todo y muchísimo más importante, un gran grupo de personas, que Dios te pone el camino mientras pedaleás por la vida.
Seba Pighin