Semana Santa: Mates, rosca en lo de Roque y algo más…

Un año atrás, Gastón Natero, compañero del grupo, y habitante ciclista de Roque Pérez, nos invitó a visitar sus pagos. Así fue que nos pusimos en contacto y dimos forma a esa invitación.

Recorrimos por la noche Roque Pérez y sus referencias inmediatas. Algunos secretos no nos fueron revelados, como el de Juancito Sosa o por qué hay un Ancla de 2.3 Tn en la plaza. En cambio sabemos qué se siente al recorrer el Autódromo Roque Pérez a alta velocidad, en bicicleta.

Atravesamos la cuenca del Río Salado por un puente de madera para llegar a Salvador María y a la Laguna de Lobos. Una escuela rural nos permitió quitarnos la sed y refrescarnos en una muy calurosa jornada. Un camino de vías y árboles nos acompañó en el camino de regreso.

Carboni, Elvira y Ernestina fueron punto de referencia agradable de una intensa y larga vuelta con calor y mucha arena. En Carboni, visitamos la Iglesia, que goza de una arquitectura bella y antigua: abrió sus puertas el 25 de abril de 1916, mandada a construir por Victoria Coronel en memoria de Don Antonio Carboni, para que sus tamberos, puesteros, empleados y habitantes del pueblo y cercanías, no tengan que recorrer largas distancias a caballos los domingos para ir a misa (estos datos, los aportó Daniel, de Elvira). Dicen que hubo un casamiento secreto… dicen.

El recorrido por las estaciones del tren, algunas con rincones detenidos en el tiempo, traía a la memoria un país lejano, de otro siglo.

En Elvira un vecino nos aconseja probar suerte en un almacén cerrado… se trataba de la Carnicería El Marangal. Allí usamos el timbre común a todo pueblo y al cabo de varios aplausos apareció Daniel, interrumpiendo su segundo amanecer, para levantar persianas y ofrecer bebidas frescas y algunas empanadas.

A 7 kilómetros, Ernestina esperaba con una belleza singular. Una palmeras adornan el boulevard perpendicular a la estación ferroviaria (ahora estación policial). El camino que siguió fue hermoso y tortuoso. La perspectiva de árboles en distancia, no evitaban los insultos hacia el colchón de arena sobre el que había que pedalear o caminar.

La oscuridad y unas gotas de lluvia fueron el escenario para desensillar en la La Paz Chica, en un almacén que no cubrió nuestras débiles expectativas gastroeconómicas. Luego el regreso con luces y lluvia. Aroma a tierra mojada. Una foto en el cartel de ingreso a la ciudad actuó de colofón.

Además de Benja, tuvimos otra presencia de La Lomita. Con 11 años, Ayelén (que vino con su mamá, Valeria), tuvo su primera bicicleteada lomense; y nos dejó estas líneas de su vivencia:

Llegamos al camping. Era hermoso: tenía una cancha de básquet y un pasamanos. Cuando llegamos ya era tarde y estaba muy cansada así que me quedé dormida enseguida.
Al otro día temprano salimos a andar en bici, era la primera vez que andaba con mi mamá.
Sabía que iba a llegar pero al regresar no estaba tan segura estaba muy cansada.
Anduvimos por las vías porque era más fácil que andar por la calle, porque no hacía tanto calor. Todos me ofrecían agua y el Tucu, un maestro, me ayudó a llegar.
Por suerte la salida al otro día fue corta: fuimos a cenar a un lugar muy lindo con camas paraguayas y las empanadas eran ricas cuando regresamos se largo una lluvia refrescante, ya era de noche. La salida estuvo copada.

Ayelén

Agradecemos enormemente a Gastón Natero, que nos guió por Salvador María y Laguna de Lobos, nos facilitó transporte y consejos para el ritual gastronómico del fuego; guió a los más chicos en una nocturna que no olvidarán, para encontrarnos todos en La Paz Chica; nos marcó el camino a seguir en las salidas, y no ahorró consejos sobre los caminos. Nos brindó lo más costoso: tiempo.

Gracias a Graciana, valga la redundancia por cedernos el Predio de las 33 Hectáreas, con todas las comodidades. A Matías, por guiarnos improvisadamente en un city tour nocturno donde aprendimos muchos detalles de Roque Pérez.

A Daniel Outón, también de la estirpe ciclista, gran corredor; que se puso a disposición para lo que gustemos mandar, en el predio; presente en todos los detalles y siempre con muy buena atención. Gracias Daniel y familia.

Una mención a Claudia y Daniel, de Elvira por atendernos en su negocio y quitarnos la sed y el hambre voraz que traíamos desde kilómetros atrás, además de prestarnos sombra para una siesta (o para emparchar sin parar). Se valora mucho ese gesto.

Gracias a Martín Pasaglia y al Tucu por el transporte de varias bicis; desarmando y armando. Gracias a Marcelo Peluso quien ante la sorpresa de Alejandra, hizo unas bondiolitas asadas para sanguchear como debe ser. A Norma, Andrea, Aníbal que se preocuparon por el morfi y la bebida de todos…

Gracias Luis por dejarnos hacer estas cosas mientras estás trabajando…

Gracias a todos por poner ese algo más que hace que La Loma sea Grupo.