Nocturna a Poblet

Relato de Marcela

Llegó el jueves a la mañana, empezaba el feriado largo y comenzamos a poner en condiciones la bici, que además requería los instrumentos necesarios para circular en la oscuridad. Digo comenzamos porque en esta oportunidad, además de mis hijos, se sumaban mi hermana y sobrino que irían por primera vez con el grupo.

Como siempre el punto de encuentro es llegar a un grupo que te recibe con un beso, una sonrisa y uno ya se siente parte de esa masa de gente que disfruta de lo mismo: andar en bici, sea cual fuese las circunstancias.

Partimos en patota, y pronto la nochecita comenzó a nublar los ojos y a desdibujar un poco el recorrido (ni les digo para mí que soy miope de nacimiento!!!). Todo bien sobre el asfalto, pero llegó al camino de tierra, que no sólo sorprendía con algún pozo, sino con las inesperadas huellas que dejaron días atrás los tractores y autos después de la lluvia.

Era tanta la necesidad de concentración para transitar el camino, que los sentidos se agudizaron de tal manera que se sentían olores, se escuchaban sonidos que nos invitaban a permanecer en silencio para poder disfrutarlos.

De pronto apareció la tan preciada luna, con un color miel intenso, que nos dejó asombrados por un largo rato. Después de tan hermoso espectáculo, vinieron las infaltables invitadas de lujo: las caídas (sobre todo las mías!!).

Las luces del almacén y la ruta nos avisaron que faltaba poco para llegar. Una vez allí, los deseados mates, algún que otro alimento para recuperar las fuerzas y finalmente, la foto grupal.

Retornamos creo yo que con más prisa, propia de las ganas de llegar y de tener una idea más clara de cómo era el camino que nos esperaba.

Algo para destacar: la solidaridad de los integrantes de este grupo, que sin dudar te esperan cuando te quedas retrasado, colaboran con algún que otro percance con la bici y te dan una mano, literalmente, después de una caída.

La experiencia fue hermosa… digna de ser repetida!!!!