Paraje Starace, mates al pasto y algo más…

Paraje Starace y el inicio de todo

Este domingo (4 de marzo) fue, tal vez para el grupo, una salida más de todas esas salidas geniales que suelen hacer todos los domingos desde hace ya 15 años (de lo cual me enteré justamente en esta juntada)… Sin embargo para mí, fue el inicio de todo.

Cuando estábamos volviendo me pidieron que haga un pequeño relato de la salida, y como realmente no se me ocurría qué comentar y no quería caer en hacer un relato cronológico de lo que se fue haciendo (sumado a que aún no relaciono cara -> nombre) preferí hablar en primera persona y comentar mi primer experiencia desde mi punto de vista.

El punto de encuentro fue en una estación de servicio cerrada a la que llegué primero, bastante temprano, y con un montón de dudas de si estaba en el lugar correcto; si digo que fui dos veces en mi vida a La Plata tengo miedo de estar exagerando, por lo que no conocía absolutamente nada (God bless the GPS!). De pronto, llegada la hora del encuentro, empezó a caer gente… y caer gente… y CAER GENTE…. Realmente nunca pensé que era tan grande el grupo.
Al rato llegó el momento de partir hacia el segundo punto de encuentro, si ya del vamos me sorprendí con la cantidad de participantes, cuando llegamos al segundo punto de encuentro fue una cosa de no creer. Entre nervios de ser prácticamente la primera vez que hacía cicloturismo “seriamente”, las dudas de saber si iba a llegar (O cómo iba a llegar en realidad, porque llegar… IBA a llegar) y estar rodeado de gente que no conozco, fue así como arrancó oficialmente la travesía.

De pronto estaba… de pronto no estaba

La primer parte del trayecto fue relativamente tranquila, la verdadera diversión empezó cuando alguien me dijo: “¿circulaste alguna vez por las vías de un tren?”… ¡CHAN!, ¿dónde me metí?… – Emmm, no… “Bueno, es sencillo, vos solo tratá de no caerte con los rieles”. – Ja ja, el consejo sonaba sencillo, ya veremos qué iba a pasar más adelante.

El camino se puso interesante, llegó el momento de pasar por esas famosas vías y fue el mismo momento en que lamenté haberme olvidado la cámara para filmar el trayecto. Fuimos avanzando esquivando rieles, árboles, y un sendero por momentos bastante angosto que hacía imposible que uno se aburra de rodarlo.

Fue también en este camino que aprendí que cierto tipo de ciclistas tienen la asombrosa capacidad de desaparecer totalmente de la vista (¡no sin antes anunciar el truco con mucha anticipación!)

Una vez superado el camino por las vías, comenzó lo que verdaderamente iba a ser el camino, tierra, algunas piedras, más tierra (MUCHA… TIERRA) y Sol… de ese del que por momentos querés escapar y no tenés forma de zafar. De a poco se estaba acercando el mediodía y el Sol empezaba a pasar factura, la temperatura llegó a marcar los 43° y recién eran las 11:30 de la mañana… esto se estaba poniendo serio.

Luego de las primeras horas de rodada, llegamos a una salvadora YPF para descansar un rato, refrescar y charlar brevemente, sin dejar de pensar en el camino que aún faltaba y la comida que nos esperaba cual premio al llegar a destino.

Una vez que salimos de la estación de servicio, fue todo más “automático”, fue ponerse el cassette de pedalear, olvidarse de todo y disfrutar del camino, que a su vez comenzó a ponerse más desolado, con mucho menos tránsito (prácticamente nulo en ciertas partes) y con menos gente… esos momentos en que son el viento, los pájaros, tu bici y vos… formando el combo perfecto.

Aproximadamente a las 13 h llegamos al ya tan deseado destino: “El Rincón de Donatella” lo cual fue algo placentero no sólo por el rico olor del humo de la parrilla que nos llamaba ya desde lejos, sino por la TAN PRECIADA sombra y la manguerita de agua salvadora que sirvió para bajar unos cuántos grados. Posteriormente esa manguerita se transformó en un arma de doble filo, pero será la moraleja y aprendizaje final.

Llegó el momento del almuerzo, de la hidratación pero esta vez con agua/gaseosas frescas y no con el caldo caliente y lleno de tierra que veníamos tomando. El momento también de las charlas, los mates y… ¡las pastafrolas! (parece que esta gente tiene cierta debilidad por las pastafrolas).

Fue el momento de conocer un poco más a cada uno de los integrantes, de los cuales me llevo muy gratos momentos.

Luego de algunas horas, comenzó el momento de emprender el viaje de regreso (¿Qué, no nos iban a pasar a buscar?… Ah, no… había que ¡volver pedaleando!). Bueno, no tenía más opciones, los vehículos estaban a 50 km de distancia y de alguna forma había que volver.

En la primera etapa arrancamos como nuevos, sintiendo aún la frescura del agua de la bendita manguera sumando a la leve brisa que ayudaba a mantener una temperatura aceptable… estábamos TAN BIEN que algunos incluso hicimos algunos KM de más para saludar a unas vacas que se encontraban del otro lado de un campo… claro que sólo algunos tuvimos ese enorme placer, otros decidiendo esperarnos amablemente bajo una sombra para ver cómo soliiiitos íbamos a volver (no entendí la parte de las risas, ¿esta gente pensó que acaso nos habíamos equivocado de camino?… ¡para nada! :P)

Y arrancó otra vez, luego de retomar el camino correcto, el cassette de pedalear y no parar. Llega ese punto en que uno piensa a cada rato: “¡uy, pinché!”… y no… es que sos vos el que está pinchado, que las piernas empiezan a putearte y decirte ¿“Falta mucho?”.

En la vuelta hubo de todo, momentos de pleno silencio, momentos de charla, momentos de todo el grupo junto, y momentos en que íbamos todos más separados… después de todo, todo el mundo necesita de ese rato para encontrarse consigo mismo, con su cabeza y su bici.

El regreso se hizo largo, pero el sentimiento de saber que cada vez te queda menos, que lo estás logrando (y más si es tu primera vez) es algo que te motiva a no dejar de pedalear y no pensar siquiera en “no llego… no llego”.

¿Qué, no nos iban a pasar a buscar?… Ah, no… había que ¡volver pedaleando!

Finalmente, entrada casi la noche, llegamos nuevamente a La Plata, donde algunos se separaron y tomaron su camino más directo a casa, y en mi caso, a seguir a los que iban al primer punto de encuentro (Si me soltaban ahí, me quedaba sentado y no me movía porque no tenía idea para dónde arrancar).

El grupo fue excelente en todo momento, desde el vamos que uno al ser nuevo no sabe con qué se va a encontrar, pero la calidez de la gente y el grupo en general, sumado al compañerismo es sumamente destacable.

Me animé a ir como para “probar y ver qué onda”… y ahora estoy ansioso esperando la próxima juntada, teniendo SIEMPRE en cuenta la lección MÁS IMPORTANTE que pude aprender de toda esta salida:

“Nunca… pero NUNCA, te quedes dormido en algún paraje… y si lo haces, prepárate para ser manguereado… ¡de arriba abajo!”

Leandro Helou

P.D.: Se avisa al público usuario, que la señora que atiende el paraje tiene ciertos niveles de irritabilidad, se ruega NO hacerla enojar. Traten de entrar, casi ni respirar, y donde la cosa se complica, un buen truco es hacerse el muerto, quedarse inmóvil o ¡rajar!