Un día diferente y algo más…

Mientras pedaleaba con Mariano Lorefice por mi querida Villa Argüello, le comentaba sobre mi próximo viaje a mi amigo John,le decía que pasaría por su casa natal y quizás me quedaría unos días en lo de Paul y si el Sargento Pepper’s tenía ganas también visitariamos a Ringo y a George. En el preciso momento que Lucy preparaba unos mate junto a Michelle tocaron timbre con mucha insistencia y como nadie atendía; me acerco a la puerta y al abrirla había un reloj gigante que me decía: “levantate… levantate… ¡LEVANTATEEEEE!”.
Y si chicos todo fue un sueño y ya era hora de salir a pedalear. Miro por la ventana y llovía. Enrique me avisa que estaba saliendo y que lo esperemos unos minutos, ya estábamos todos listo para partir con rumbo a Correas, llega el maestro y salimos, viento en contra y la lluvia que golpea nuestros hermosos rostros. Llegamos a 131 y 60 y la sorpresa fue ver a tanta gente esperando…. ¡para cargar nafta!
Continuamos y a la dama del grupo se le ocurre ir por el barro y los caballeros en turno aceptan (que b… ¡onitos!). El trayecto por dicha calle fue de unos 35 metros, al pegar la vuela se demora más de lo esperado doña Sánchez. Regreso a ver que le había sucedido y veo a una mujer tratando de empujar un tractor rojo con ruedas gigantes, pero ese tractor era la bici de doña Sánchez tapada en barro. Luego de limpiar un poco sus ruedas salimos al destino fijado. Mi sorpresa muy grande al llegar tercero en un sprint (¿se escribe así?). Luego de comer una galletitas y barritas pasamos por el lavadero de bici y su dueño un tal Engalpin las dejo de 10.
Al regreso paramos en la antigua iglesia de Garibaldi que estaba abierta, continuamos el regreso a nuestra querida ciudad con 44 km. bien pedaleados, yo por la tarde trate de comunicarme con John, Ringo, Paul, George y resto de mis amigos pero no lo logré. En cambio fui a pedalear por el fondo del Amazonas con Lula, al llegar a una zona oscura del río me encontré con un tal Carlitos que junto a su Ferrari trataba de llevar unas valijas que su cuñada le había encargado… pero esa ya es una historia que no la quiero ni soñar.
Un abrazo a todos y gracias por la compañía a Paula y Enrique

Hasta la próxima,
Luis