Buchanan con vianda “y algo más”


Primavera 01. Le entramos a Buchanan sin piedad, de ida y de vuelta.
Comenzamos en el Estadio, o unos días antes; cuando charlamos las salidas ¿Adónde vamos? ¿Qué distancia? ¿Clima? ¿Va Ponti? Hay que pensar en todo.
Y pintó Buchanan.

Salimos en capas, Agustín se puso a cambiar eslabones antes de la primera pedaleada (gustos son gustos). Mucho asfalto, hasta que nos arrimamos al primer entuerto: vado del Arroyo Rodríguez. Ahí perdimos dos ciclistas lomenses de antaño que preferían mantenerse secos, y sanos. Cruzamos con un pasamanos humano-bici-humano que se filmó con la secreta esperanza de un chapuzón, una caída: no sucedió más que una zapatilla en el agua.

Luego, el camino ese tan habitado por plantas y por aromas. Y un tirón más allá Estancia Chica. Y el siempre fresco Caminos de las Casuarinas. Merodeando el Mouras nos acercamos a las vías. Y las vías son las que van a la estación Buchanan. Los senderos no eran los mejores, las huellas de ganado hacían parecer que uno tenía un hipo constante. Pero llegamos y allá nos esperaba el Sol alto y fuerte, el césped corto, el aire puro: era un complot biológico para un picnic cicloturista. Entonces charla y alegría. Complicidad en relatos viejos y en proyectos futuros. Terraza y vértigo. Siesta y foto grupal.

La promesa latente que la vuelta, sería más tranquila que la ida. Promesa que no cumplimos, claro está; porque apenas tomamos el camino de regreso: el viento. Un zigzagueo oportuno terminó en tranquera. Del otro lado, muchachos de balompié. Previa charla con los capitanes, nos permitieron el ingreso (de un camino rural que debería ser de libre acceso, bue…). Algunos comenzaban a dudar del recorrido elegido. Entre campo, establo, molino y caballos salvajes al libre galope, nos encontramos con la segunda tranquera. Más alta y con candado. Otra vez fuerza en conjunto: el todo es más que la suma de las partes (siempre). La calle que debíamos seguir estaba ganada por la naturaleza. Era sendero apenas, pero aún era, y con ese respeto fue transitada. Los caminos normales no duraron mucho. Una antigua calle rural ahora era pista de equitación (todo normal ¿vos?). Eso nos obligó a un desvío kilométrico. Acá quienes dudaban del recorrido, canjearon duda por certeza. Vimos caras de incertidumbre (si les sacabas casco y lentes, eran caras de preocupación). En el camino unos muchachos nos sumaron indicaciones, un tractorero hizo lo propio. No faltó mucho más para que llegáramos a la civilización. Y así calabaza-calabaza cada cual…

Buchanan, apenas primavera, se convertía en recuerdo. En un buen recuerdo.

¡Salud!

Gonzalo LM