Selva Marginal

Hasta 2012, pedaleaba sólo o poco acompañado. Veía, cruzaba de tanto en tanto un grupo de gente con alguna estampa de La Loma. Creo que le grité a uno para dónde iban y me dijo ehgahalkdasfhs ¡web!.

Contacté con Luis y encaré mi primera salida. Era un noviembre de calor y mosquitos. Mentía la página al clasificar la salida como “principiantes +”. Julio estaba al mando. Pasó algún tiempo y se repitió esta semana.

Otra vez el Estadio fue punto de encuentro. Otra vez Julito liderando. Y otra vez ir por 25 hasta darse cuenta que La Plata está cerca, pero se va alejando de la cabeza, creo que hasta la Shell de Centenario uno puede cargar cotidianeidades, luego ahí quedan, mágicamente.

Arrancamos por Parque Pereyra y con la vía ya sobre la izquierda fuimos recorriendo otro paisaje, otros tonos y otros aromas. Acaso un poco de lluvia en los caminos secos hubiese sido genial, pero no vamos a pedir tanto a la Providencia.

Cercano a un corralón, y sin pasar el puente del Arroyo Baldovinos, Julio despejó dudas: “Hasta acá se pueden arrepentir” dijo más o menos.

Recuerdo aún mi primera bici a la que le saqué las rueditas. Cinco, tal vez cuatro, años tenía, y desde aquél entonces hasta hoy, siento los mismo por dentro. Cómo no seguir entonces.

Zigzagueando una tranquera, nos mantuvimos sobre el margen derecho. Mucho grito de “pozo”, “freno” y otro tanto de “rama”. Me pareció ver a algunos rozar las espinas a propósito para disimular viejas cicatrices.

Llegamos al punto donde había que cruzar el arroyo. Con troncos y tubos de cemento se improvisó un puente. Debo ser honesto: esta gente sabía lo que hacía, así que claramente no es improvisar, mejor me corrijo: se tendió un puente.

El otro día leí un tweet que decía “La niñez termina cuando el charco pasa a ser un obstáculo”. En ese momento, fuimos todos niños y lo importante es tener la capacidad de seguir jugando.

Un pasamanos de humanos y bicicletas se hizo sin pausa y sin prisa. Otros troncos nos ayudaron camino adelante. Hubo también algunos palos en la rueda. Un sendero nos arrimó al asfalto y de ahí a la costa del río. Paramos.

Sé que hubo cerveza y demás, pero yo me fui al grupo de gente sana. Norma nos agasajó con una inédita Rosca de Reyes, pero en Pascuas. Vaya uno a saber la verdad de la masa y la cereza.

Con la panza llena y el corazón contento emprendimos el regreso. Una vuelta más liviana y más dispersa.

En aquella salida de 2012 terminé con Julio, el Pela y alguien que no recuerdo tomando una cerveza en Thionis de Centenario. Todavía recuerdo al Pela hablándome de Luis, a quien yo no conocía. “Es nuestro guía” me dijo con satisfacción. Con el tiempo supe que se refería a algo más que liderar una flota de bicicletas. Hay algo impalpable y tácito en la relación de Luis con todos y cada uno. Y lo celebro.

Las historias tienen puntos en común. En esta oportunidad, Norma nos guio con mucho tino a una heladería. Compartimos el momento y luego cada cual para su casa. Pongamos que ese fue el punto final.

Me permito anexar algo: al igual que en aquella ocasión, Luis no pudo estar. Esta vez fue Julio, pero quiero nombrar como representante de todos aquellos guías secundarios a Norma Ayala Gauna.

Norma encara el grupo con un compromiso artesanal, con unas ganas únicas y sé que la elección de estar con La Loma, la priva de estar en otros sitios y con otra gente. Gracias entonces.

¡Salud!

Gonzalo LM