LOS 110 A STARACE

RELATO DE MIA

Salimos a pedalear el domingo a las 9 de la mañana, en un frío que se adentraba en los huesos. Con valentía, nos aventuramos en los caminos rurales, decididos a enfrentar el viento en contra que buscaba complicar nuestro camino. Los primeros kilómetros fueron un desafío, con cada pedalada luchando contra la resistencia del viento implacable.

Sin embargo, perseveramos y continuamos nuestro recorrido, esperanzados en las maravillas que la naturaleza tenía reservadas para nosotros en el paraje Starace. Pasaron las horas, hasta que finalmente llegamos a nuestro destino. Exhaustos pero satisfechos, encontramos refugio en el frontón trasero de Donatella, donde la amabilidad del lugar nos brindaba reparo.

Allí, entre mate y mate, compartimos historias y risas, disfrutando del merecido descanso antes de emprender el retorno. La noche nos envolvía en los tramos finales, iluminamos nuestro camino con luces parpadeantes. Cada pedaleo era una sinfonía de esfuerzo y determinación, uniendo nuestros cuerpos con el ritmo incesante de las ruedas girando.

En cada rincón oscuro, en cada curva peligrosa, encontrábamos una chispa de valentía que nos impulsaba hacia adelante. Los susurros del viento y los destellos de nuestras luces creaban un ambiente mágico, transportándonos a una realidad alterna donde solo existía la pasión por el pedaleo y la travesía compartida.

Finalmente, cuando las estrellas se convertían en testigos silenciosos de nuestro regreso, llegamos a nuestro punto de partida. El cansancio se fundía con la satisfacción de haber superado los obstáculos, de haber forjado una nueva experiencia memorable en cada pedalada.

Así concluyó otra salida en bicicleta que quedará grabada en nuestros corazones, donde la lucha contra el viento y la distancia se convirtió en una oportunidad para fortalecernos y descubrir la grandeza de nuestro espíritu. En cada recuerdo, en cada historia que compartamos, reviviremos ese domingo lleno de frío, aventura y compañerismo.

MIA