ACAMPE VERGARA Y ALGO MAS…

GUILLERMO M.

Cumpleaños en el barro

El fin de semana pintaba ideal para una acampada, con la salvedad de que el domingo iba a llover a la mañana, por lo que había que desarmar las carpas temprano y salir al camino antes de que se embarre, claro que si se embarraba el viaje iba a ser épico, como sucedió.

El sábado salimos de la plata con las alforjas y como suele suceder alguno fue renegando todo el camino con el ajuste de la alforja a la parrilla, afortunadamente el viaje se dio sin mayores inconvenientes. A la ida pasamos por Ignacio Correas, doblamos hacia Oliden, almorzamos en Ferrari en la entrada de la escuela y llegamos temprano a Vergara.

La pulpería de Vergara estaba un poco más deteriorada que la última vez que la visité, el lugar de acampe no estaba bueno y el baño parecía salido de la película Trainsppoting. Después de charlar y pensarlo bien, nos fuimos a acampar frente a la estación de tren sobre una calle cerrada que estaba mucho mejor, a tres cuadras de la Pulpería, increíblemente en la vieja estación había un baño en un cuarto de chapa que era funcional y con cinco estrellas más que el de la pulpería.

A la tarde salió una increíble luna llena sobre el campo que a la noche nos iluminó para pedalear en una salida nocturna hasta los caños del Samborombón. Volvimos para cenar, en mi caso unas empanadas que había llevado para el viaje y los demás se fueron a la pulpería a comer chivo asado, casualmente a la tarde estuve dándole de comer algunas hojas a otro chivo que estaba aún con vida esperando el mismo triste destino que sus amigos. Después de las empanadas aproveché para dormir temprano y arranqué el domingo bien temprano para ver el amanecer, tomar unos mates y desarmar la carpa antes de que comience la lluvia.

Como se largó a llover fuimos para la pulpería donde desayunaron los que no lo habían hecho, de paso saqué el budín que llevaba para festejar un cumpleaños diferente (pedaleando con el grupo) lo reservaba para los mates de la tarde, pero como venía la lluvia la mañana fue el momento para compartir con el resto.

Las alternativas para salir de Vergara eran tres, una era ir para Oliden con 35 km de barro (el camino más corto), el camino intermedio era ir a la ruta 20, salir por Vieytes con 10 km de barro luego ripio firme y ruta. El camino más largo era alejarse 30 km por el barro hasta Chascomús y volver 80 km por ruta 2. A Marcela que, había ido en auto, le recomendé la segunda opción luego habrá descubierto que era bastante más recomendable que la tercera, porque dejar las piernas en el barro para luego pedalear 80 km más (que fue lo que hicimos), tampoco era muy transitable para un auto. Por suerte las cubiertas 28 dejaban pedalear en el barro, aunque se enterraban y tenía que hacer bastante fuerza de arrastre.

Salimos a una estación de servicio Puma, donde el playero se compadeció de como llegábamos y me ofreció una manguera para que lave la bici. A medida que iba llegando la banda, ingresaban al lavadero improvisado detrás del lubricentro. Ya pasaba el mediodía y me entero de que tenía que volver a casa, tomo un par de mates con Gonzalo y emprendo la vuelta por la ruta, con un camino liso, solo fue cuestión de tiempo llegar a La Plata cansado pero contento de toda la aventura vivida.

DIEGO P.

Terrible pedaleada

A veces es difícil explicar lo vivido y más difícil en pocas palabras como puede ser en un relato en Facebook.
Una salida increíble con acampe. Arrancamos el sábado, día ideal para la bici. Recorrí 85 km desde casa para llegar a Vergara un viejo paraje donde hoy solo queda la vieja estación de tren en ruinas, un cole y el antiguo almacén que por desgracia parece que cierra en diciembre.
Por la noche, una salida nocturna de 6, 7 km hasta llegar al puente de los caños sobre el río Samborombón. Todo era color de rosa: chistes, risas y bromas acompañaron toda la salida, estábamos en Disney, nadie se preocupaba ni le daba importancia al clima… Grave error.
A la noche cenamos en el almacén de ramos generales donde compartimos un riquísimo cordero con gente del lugar entre el clásico vermú, vino tinto y un muy mentiroso truco a los gritos. Claro que desentoné mucho con mi Sprite bien fría pero “bue” así somos los de la City, ¿vio?
Nos acostamos muy tarde sabiendo que estaba la posibilidad de lluvia para la madrugada, pero sin preocuparnos mucho… Grave error.
Nos levantamos tempranito, llegamos a levantar el campamento y se desató la lluvia… Desayunando en el viejo almacén, consultando el mapa y a la gente del lugar nos dimos cuenta de que “estábamos al horno”. A 30 km de cualquier ruta asfaltada nos decidimos, por seguridad, salir para la ruta 2. Unos 28 km de Poxipol, pegote total, se empastaban tanto las bicis que decidimos caminar hasta el río, ahí logramos enjuagar las bicis y seguir pedaleando por el pasto, después de semejante esfuerzo el camino nos sacó a la ruta 2, a la altura de Chascomús… ¡A 80 km de casa!
Llegué con las piernas como las del Diego del 86 y el culo como el mono mandril del zoo. Terrible pedaleada, genial lo vivido con gente maravillosa y divertida como siempre. Finde más que ganado con una aventura más para contar.