FLORES & CAÑONES, POR EL CAMINO NEGRO UN MUNDO EN FLOR Y ALGO MAS…

Lo que vio Gonza.

Ni tan temprano ni tarde, nos encontramos en las cercanías de un estadio preparado para recibir a Chano obsesionado en La mayor. Primero que nadie estaba Julia, que nos iba a acompañar parte del recorrido y nos dejó unas preparaciones de chocolate y manzana (¡gracias!)para el disfrute que faltó poco para que alguien se las lleve sin abrir. Pero vamos a lo importante. El GPS natural de Martín estaba dañado y serpenteamos por City Bell o Villa Elisa (es probable que hayamos transitado Ranelagh sin saberlo) hasta dar con la antesala del Camino Negro. Ahí alguien no tuvo mejor idea que cortar cadena, en clara manifestación de libertad, por suerte existen los eslabones rápidos y los rápidos colaboradores. Seguimos. No lo vi, pero fuentes de confianza vieron desaparecer a Moreira bajo el agua, lentamente. Apenas agarró un rayo de sol, puso a secar las medias y las patas. Fotos, poses, río y costanera. Algunos encontraron a la pescadora Marcela muñequeando la caña ¿habrá cenado? Compramos víveres y seguimos la ruta hasta Un mundo en flor. El señor, agradable él, recibió a Martín con un apretón de manos que le dejó la mano como un muñeco de estacionamiento porteño. Dentro del lugar sucedieron cosas: una soga que hacía de hamaca puso vértigo en boca de varias; unos teléfonos blancos y sin tono dejaron que alguien —me consta— se comunicara con el más allá; fotos varias poblaron cada sendero; un picnic en un claro de lodo y bancos de madera fue escenario de tráfico de mates y morfis; pero lo realmente importante sucedió metros atrás: para algunos fue visual, para otros (me anoto acá) fue sonoro: Eve, en un patinazo, decidió que era un buen momento para recostarse, pero exageró en las formas: espaldarazo contra el piso y ¡pum! Eso escuchamos. Los finitos pasillos de barro y baldosas flojas le jugaron una mala pasada. Arribamos en lo inmediato. Andre estaba preocupada por sacarle una foto. Martín antepuso la salud y quiso corroborar que no haya perdido el conocimiento: “¿Cuál es la capital de Uzbekistan?” le preguntó. La respuesta no lo dejó tranquilo, así que fue por algo más terrenal: “Eve, ¿qué día es hoy?” Y ahí nos quedamos algo tranquilos. Su preocupación, además del dolor de cabeza, pasaba por la salud del celular, que curiosamente copió la forma de su, bueno… este… se dobló algo. Nada que no se arregle. Cuando salíamos, el señor Gronda nos dejó algunas palabras de fe. Intercambiamos saludos y regresamos de otro domingo anecdótico.