Triple Cruce de los Andes 2024
Pasos Pino Hachado, Icalma y Carririñe

Si hubiese un camino a la luna ya tendríamos una foto grupal con bandera y más.

Así comienza todo: ideas incoherentes que después toman forma, buscar un cruce para salir y otro para entrar, caminos a miles de kilómetros del otro lado de la cordillera, subidas y bajadas, frio y calor; lluvia intensa o sequía tremenda; uno piensa que va preparado y llegan los cachetazos.

Vamos entendiendo esto de cruzar los Andes, aunque nunca salga lo planeado.

En estos miles de kilómetros que llevo pedaleados, muchos al otro lado de la montaña no dejo de sorprenderme, paisajes increíbles que se mezclan con otros viajes en bicicleta.

A pocos días de la llegada cuesta entender todo lo pedaleado, lugares paisajes, vivencias.

Siempre pasa lo mismo, es todo reciente, en unos días se me pasa y todo se acomoda, como en una línea de tiempo un evento detrás del otro y todo se ve más claro.

Las fotos ayudan, pero no mucho, funcionan como un disparador, es muy raro, como dar un doble clic y ahí se abre una secuencia completa de imágenes, risas y anécdotas vividas en el momento justo que se tomó la imagen y pasamos a la próxima y así en adelante; no hay forma de capturar los momentos y los increíbles paisajes.

EL EQUIPO:

¡Estos humanos que me acompañan son únicos, resulta complicado formar un grupo y que funcione en situaciones extremas, ¡qué gente maravillosa! Ni los voy a nombrar, están en las fotos y los conocen todos, pero tengo que decir que se comportaron (nos comportamos) como en una salida dominguera de las que hacemos por acá, algunos con mucha experiencia; dicho esto entenderán que es el mayor elogio que uno puede dar.

Voy cerrando… les agradezco por hacer este viaje único e increíble.

No hace tanto tiempo que estudiábamos caminos y ya estamos otra vez en La Plata. Qué lo parió. Me ahorraré detalles (bikepacking es ir liviano, también de palabras) para tirar apenas un párrafo por día. Es imposible contener todo y claro está que tampoco está bien contar todo. Ojalá que quien lee sienta ganas de agarrar la bicicleta y cruzar los Andes, o de hacer una travesía en cualquier provincia o de planear, mate de por medio, un viaje en bicicleta. Comienzo así:

30.12.2023 – Previaje: La fisura 

Villa del Plata. Cuando el año era todavía impar, encontré una fisura en el soporte de la vela de mi bicicleta mientras la presentaba con toda la carga. ¿Qué hay que hacer en estos casos? Respuesta: lo que se debe hacer en estos casos, nada más ni nada menos. Compartí la desazón con Martín y Miguel. Huracán de ideas mediante, Martín me prestó su cuadro y cambiamos elementos de mi bicicleta a la de él. Al fin y al cabo eran iguales. 1ro. de enero, no había mejor manera de iniciar el año que desarmando y ensamblando partes ciclistas. Estaba listo. Y con lugar para una lata extra de atún.

6-7.1.2024 – Día zero: A peinarse pa’ la foto

La Plata. General Roca. Aluminé. El sábado 6 de enero el viaje comenzó a tomar forma. Andrea y Martín ya habían partido. Emi había sido adoptado en el camping. En tanto nosotros saldríamos en tres autos: Moreira y Agus, Virginia y Gustavo, Miguel y yo. Hicimos un alto en General Roca y descansamos en la hostería homónima (recomendable para descansar). La habitación era pequeña, casi no entraba el cansancio del viaje. Amanecimos más temprano que tarde, dejamos la llave en un agujero en la pared (rarísimo) y seguimos viaje hasta Aluminé. Unos budines nos acompañaron durante el viaje en auto (gracias, gracias Rocío). El horizonte de la Patagonia iba sacando pecho a medida que alcanzamos el lejano oeste. Nos encontramos por la tarde, todos sanos y salvos en el Camping La Anita. La atención y el lugar eran cálidos, de entrecasa. Horacio se entusiasmó con nuestro recorrido como si fuera a emprenderlo él mismo. Se corrió el rumor de que uno de los cocineros se duchó y enjabonó con pollos congelados, polémica costumbre. Compartimos fuego y cena; estábamos listos para lo que fuera. Era menester descansar bien.

8.1.2024 – Día uno: “Lo que usted considere, Don Martín”

Aluminé. Orillas del lago Aluminé. Partimos ansiosos desde el camping hacia el objetivo inicial: una zona de acampe incierta en la márgen sudeste del lago Aluminé. Las coordenadas del camping eran más que esquivas, casi secretas. Moreira dudaba de la existencia del lugar, incluso al día de hoy recuerda (o quiere recordar) no haber estado allí. Lo cierto es que el camping coqueteaba con lo agreste. Era atendido por WhatsApp, ya que nunca vimos un humano; de lo que dedujimos que se trataría de inteligencia artificial o inteligencia vaga nomás. Virginia desenvainó su arma fogatera con la que controlaría ese instinto pirómano tan propio de los celíacos durante todo el viaje. Hirvió 16 litros y medio de agua y se fue a dormir. En tanto Martín se comunicaba con el tipo del camping y recibía respuestas tales como “No hay electricidad, pero es para que sea más natural, Don Martín” o “En breve mi padre le ayuda con los mandados, Don Martín” y finalmente: “Pague lo que usted considere, Don Martín”. Nos fuimos a dormir muy temprano y arrancamos igual. Usamos Mercado Pago, así que nunca le vimos la cara al tipo, del que sospechamos que ni siquiera vivía en la zona. Camping no recomendado.

9.1.2024 – Día dos: Lo de Uri

Orilla del lago Aluminé. Paraje Lo de Uri. Pino Hachado. El camino hacia Pino Hachado donde deberíamos hacer noche agreste pintaba encantador. En el acceso a Pehuenia una comerciante nos aconsejó tomar agua de las vertientes “No hay agua más pura”. Bueno, bueno, es discutible. El camino comenzó a presentar algunas pendientes exigentes que no serían nada de nada en comparación al futuro cercano. A poco de llegar a nuestro destino, cruzamos a un par de ciclistas: uno era cordobés; el otro, jujeño. (mi memoria esquivó los nombres, ojalá se reconozcan y etiqueten en alguna foto de Instagram). Charlamos sobre cicloturismo y ahí nos recomendaron pasar a verlo a Uriel. “Capaz les deja armar las carpas por ahí”, dijo uno. Se quedó corto: nos abrió un quincho para tirar las bolsas de dormir, nos convidó una ducha escocesa, nos acercó una comida que el chef Fileni supo conjugar en presente nocturno gracias a un disco con leños y nos compartió charlas e historias. Gracias, gracias, Uriel.

10.1.2024 – Día tres – Hola, Chile

Pino Hachado. Lonquimay. Amanecimos bien descansados. La vista del lugar era imponente. Apenas unos kilómetros nos separaban del paso Pino Hachado. Cruzamos. Hito y fotos. Es sabido que ahí se concentra una magia inexplicable. Luego seguimos por un agradable asfalto hasta Liucura. Almuerzo. A esa altura el cartel de “mote con huesillos” se había repetido 35 veces y lo haría hasta el hartazgo. Igual nunca me atreví a probarlo. Debíamos seguir hasta un camping que se encontraba pasando Lonquimay. El camino se hizo cuesta arriba. Nos demoramos y llegamos tarde al pueblo. Congelamos la idea de camping y salimos a buscar una cabaña para nueve. En ese momento, una mujer paseaba con su hijita y su hijo por las calles del pueblo. Natalia (¡gracias!) se llamaba y se sigue llamando. La de llamadas que hizo para que consigamos un lugar dónde descansar fue más que mucho. A la media hora estábamos en la cabaña de Carmen (ausente) con Jorge que acompañó nuestra bienvenida con un humor más que agradable. Dos hechos se suscitaron esa noche: por un lado, desde la planta baja, escuchábamos un sonido temerario, cavernoso, simétrico; temíamos que el Lonquimay haya despertado, dijeron que era Emi y su ronquido surround; pero amanecimos desconfiados, prestos a escapar. Por el otro, Martín entabló una relación de alta frecuencia modulada con el baño de arriba, el agua de las vertientes comenzaba su peregrinaje.

11.1.2024 – Día cuatro – Cordillera Las raíces. 

Lonquimay. Malalcahuello. Un tramo durísimo. Pendientes endemoniadas que invitaban a jugar 1 a 1. Casi que tuvimos que solapar desayuno, almuerzo, merienda para recuperar energías. Una vez que el asfalto terminó, el camino se puso peor. Cuando llegamos a la cima de la Cordillera Las Raíces y vimos el horizonte a cuatro vientos sentimos justificado el esfuerzo y el cansancio. Las fotos no alcanzan para contar la historia. Esas laderas cargadas de pehuenes y araucarias, esa lejanía de cielos limpios nos animaron para las bajadas que al fin llegaron. Nos pareció que merecíamos un descanso noble, de modo que en Malalcahuello comenzamos a preguntar por una cabaña accesible y dimos con La casita de Nahuel Cura, atendida por Margarita. Luego de pelear paritarias, nos repartimos en dos cabañas hermosas. Esa noche, se generó un momento tenso dado que Miguel, en una decisión unilateral decidió invitar a sus nuevos amigos: Hugo y Raúl. A las vertientes había que sumarle huevos paseados por el calor de Las Raíces. Letal.

12.1.2024 – Día cinco: Malcuello, malcogote, Macalalcuello, Chosmalal, o cómo sea que se diga. 

Malalcahuello. Manzanar. Curacautín. Cascadas del Llaima. Nos levantamos como pudimos y tomamos la ciclovía a Manzanar. Un camino verdaderamente hermoso repleto de vistas, el volcán Tolhuaca estático, imponente a un costado, algunos puentes, algunos túneles, ascensos y descensos, sombras livianas. Bellísimo tramo. En Manzanar repusimos energía y continuamos hasta Curacautín donde hicimos parada de almuerzo. Luego teníamos una bicisenda, así que el camino era cómodo… hasta el ripio. Hicimos un alto en Sabores del Mirador (del volcán Llaima), allí, Agustina le dio a Miguel un té de hinojo y ajenjillo que acaso resultó mágico y gracias a eso pudo continuar. Mientras, empezaba a asomar otro herido víctima de las vertientes, del sol y del humo de la pirómana. Arribamos con mucho esfuerzo al camping Cascadas del Llaima. Un lugar que merecía disfrutarse.

13.1.2024 – Día seis – Paramos la pelota. 

Camping cascadas del Llaima. Día de descanso, de necesario descanso. Había que recuperar a Miguel que, atención con este dato, había ingresado la tarde anterior en modo bikepacking al camping (no más palabras, señor juez). Ese día aprovechamos a recorrer las cascadas, a mojarnos un poco, a hacer senderismo remontando el río Captrén. Solo algunos hicimos esto, porque en el camping, Gustavo y Virginia se convertían en las nuevas víctimas de las vertientes que pudieron recuperarse a fuerza de oraciones unimembres y correcaminatas a los baños. El lugar era impecable, con un cielo raso como solo el sur puede tener, pero debíamos dejarlo al día siguiente para atravesar el Parque Conguillío y llegar a Melipeuco. Para eso nos asesoraron de diez Tatiana y Ximena del Camping Cascadas del Llaima (gracias totales) : la clave sería madrugar, pasar por cicloturistas furtivos y ver qué onda.

14.1.2024 – Día siete – Escorias

Cascadas del Llaima. Parque Conguillío. Escorial. Melipeuco. Febo asomó y nosotros también. Levantamos campamento y aceleramos furtivamente al acceso al Parque Conguillío. Habíamos logrado la primera parte: ingresar anónimamente. El camino, como no podía ser de otra manera, era durísimo. Desayunamos a la orilla de la laguna Captrén observando ese bicho volador que es la nutria captrense, ¡qué noble animal! Seguimos viaje a las pendientes más temibles. Varios autos se quedaron, pero el cicloturista es un ser empeñado en ganar la pulseada así que escalamos en dos ruedas y en dos patas, como sea. Nos ayudamos como se hace en La Loma y llegamos a lo alto, donde se respira y se mira lo transitado. “¿Quiere llegar rápido?, vaya con otro grupo; ¿quiere llegar lejos? venga con La Loma, m’hijo”. El camino de bajada era de belleza pura. Las fotos reflejan tan poco de lo espectacular que es ver, oler, sentir la laguna Conguillío con la Sierra Nevada de fondo, dejar los ojos en la laguna Arcoíris, pisar la arena volcánica, contemplar el silencio de la laguna Quilillo, todo trastocado con tonos de lava milenaria y actual. Indescriptible. Seguimos viaje y llegamos a Melipeuco para hacer noche en el simpre lindo camping Los Pioneros. Cenamos unas pizzas y empanadas exquisitas de Likankura, brindamos y a dormir.

15.1.2024 – Día ocho – La bifurcación

Melipeuco. Rincón de Icalma. En el camping hicimos una foto grupal definitiva y nos separamos. Una parte del grupo seguiría viaje internándose en Chile: Martín y Andrea, Virginia y Gustavo y Emi solista. Otros, Agustín, Moreira, Miguel y yo, regresaríamos a Argentina. ¡Qué dolor! ¡Qué dolor tan grande! Una tanda de abrazos y ahí le vi en los ojos a Martín esa mirada de “Lo hemos hecho, amigo”. Hace tiempo tenía ganas de compartir un cruce con él y se dio de la mejor manera. Nuestra brújula marcaba el este. El asfalto inicial fue un aliciente para juntar fuerzas. Cerezas silvestres se dejaron comer como colación. Cuando comenzó el ripio, lo hizo también el sufrimiento. El ascenso a Icalma fue áspero, pero ya veníamos bien entrenados. En Lonco Domingo, una comunidad antes de Icalma, mientras esperaba, apareció René. Un cacique de jean y camisa. Me reveló en una charla de media hora tres o cuatro verdades de la vida. Quise sacarle una foto y se excusó en un dialecto cerrado. Estaba contándome algo y justo llegaron Miguel y Guillermo y el viejo cambió de tema y habló de otros tiempos. Le agradecí por todo y seguimos viaje. Esa noche buscamos una cabaña sin wifi en Rincón de Icalma y recuperamos energía.

16.1.2024 – Día nueve – A todo o nada.  

Rincón de Icalma. Aluminé. O metíamos 115 km en el día o teníamos que hacer noche agreste en alguna laguna. “Tratemos de completar el recorrido a Aluminé”, dijimos. Desayunamos todo lo que la Aduana pudiera retener y encaramos el ascenso. Llegamos al hito y le metimos con todo. Descansamos los ojos a la orilla del lago Moquehue, compilamos fuerzas en un almacén perdido a orillas del Ñorquinco, bordeamos el río Pulmari hasta que nos dejó en el curso del Aluminé. El camino estaba serruchado y poblado de ripio y tosca, bravísimo; así que cuando llegamos al asfalto fue milagroso. Tenía subidas, es cierto; pero ya no había ripio. Para cerrar el círculo, debo contar que unos kilómetros antes de llegar a Aluminé, sentí un ruido. Lo primero que pensé fue que mi asiento había colapsado, pero no; fue el cuadro (de modo que no recomiendo Mazzi Bikes bajo ningún concepto). Seguí como un equilibrista liviano hasta el camping, arribamos con un cielo espectacular y nos fuimos, sucios y deshechos a comer algo al centro y brindamos por el fin del recorrido.

17-18.1.2024 – Día nueve/diez. El regreso. 

Aluminé. Macachín. La Plata. Charlamos un rato con Mabel y Horacio que nos atendieron tan, tan bien que no hay adjetivo superlativo que ponerle. Volvimos por donde vinimos. Con un agotamiento que solo podría alivianar el mate y la sensación de lo hecho. Hicimos noche en Macachín, en el hotel rutero Don Quijote que fue un lujo barroco para nuestro cansancio.

Epílogo. Sé que esta travesía madurará sola, que el tiempo le irá encontrando su lugar. Sé también que los días compartidos con Martín, Andrea, Miguel, Agustín, Virginia, Guillermo, Gustavo y Emiliano serán indelebles. No se puede contar todo lo que estos sentidos percibieron, pero puedo decir que ha sido un gran cruce y que no podría considerar la idea de hacerla con otro grupo humano, brindo por estos sujetos hermosos, por lo que ha sido y por lo que será. Gracias Martín, Andrea, Miguel, Agustín, Guillermo, Virginia, Gustavo y Emiliano. Han sido unos días bien vividos.

Crónica audiovisual por Virginia D.