Las bicis y el tren

Caminos cortos, largos, con pozos, lisos, con pasto, con huellas de algún animal.

Cada domingo recorremos diferentes caminos que tienen su propio encanto para llegar al final a alguna estación de tren abandonada.

Sobre las vías se desplaza un tren de bicicletas, donde cada vagón coloreado se une con el otro en un andar parejo de vueltas.

Los pastos acarician los pies, las aves y el viento acompañan con su canto el movimiento continuo de los andantes.
La mirada se funde en el horizonte donde el Sol guarda un lugar sólo para aquellos que lo buscan.

Al llegar o al salir de cada pueblo, de cada estación, después de haber visto y jugado con los espacios que conforman el edificio abandonado, uno se va con una nostalgia de aquellos trenes que comunicaban diferentes lugares donde las grandes masas se desplazaban en una visita de pueblos.

Cada estación está rodeada de verde y de sol, aunque hay veces que el frío gana su propio lugar; u otras el calor, nos une el entusiasmo por rodar sobre dos ruedas sin pensar nada más que el disfrutar cada momento.

Todos estamos en una misma calma. La situación hace que la ayuda salga hacia el otro aunque no se sepa su nombre, su profesión o de donde viene.

Las salidas se unen en un andar donde se emparejas edades, gustos, preferencias e ideologías.

Todos son parte de un mismo tren.

Mercedes (Mecha)