ALFORJAS SANTAS, ROQUE PEREZ Y ALGO MAS…

ALGO MAS…

Muchas gracias Graciana y María por recibirnos, felices por estos tres días que pasamos en ROQUE PEREZ.
Y gracias también por recibir los poquitos útiles escolares que pudimos juntar, seguramente en un futuro y con más tiempo serán muchos más.
Fue muy emocionante pensar que por cada escuela (calculo que no menos de diez) que se cruzaban en nuestro recorrido de poco más de 220 kilómetros estarían los destinatarios de los lápices, acuarelas, marcadores, cuadernos y libritos que pudimos llevar.
Agradecidos por todo el cariño recibido, Roque Pérez y su Gente, les dejamos un fuerte abrazo.

Sobre Algo más… 

Muchos preguntaban si realizábamos alguna otra actividad, por eso del algo más…

Quienes se acercan a pedalear, con el tiempo se van dando cuenta cómo es el asunto: ese algo más puede estar en cada salida, en cada encuentro. Cuando nos solidarizamos con hogares de menores, y de ancianos, que seguimos visitando en grupo o en forma personal; cuando llevamos a cabo acciones concretas en cada travesía; cuando establecemos lazos con quienes lo necesitas. Ese algo más, está presente.

Sean bienvenidos cada uno de quienes colaboran y desean colaborar con el “algo más lomense “.

Martin Saenz,
GRUPO LA LOMA CICLOTURISMO
LA PLATA – ARGENTINA
WWW.GRUPOLALOMA.COM.AR

Nos cuenta Guillermo

En el 2018 ya había estado en roque y para acomodar 3 bicis en el auto dejé en casa lo que parecía de más, un par extra de cubiertas. Así aterricé a pedalear con cubiertas 28” (700x32mm) en el lugar más arenosamente inesperado que había visto, hasta en el partido de la costa se puede andar, pero roque es otra cosa, lo más duro que vi para pedalear donde las cubiertas 29 tampoco alcanzan.

Este año repetimos la experiencia para semana santa, tres días de intenso pedaleo y esta vez sí con cubiertas 700×50. La semana no pintaba muy bien de tiempo, había llovido, pero el clima se acomodó y nos tocaron días espectaculares, llegamos al Predio del Centenario donde nos volvió a recibir Daniel con la hospitalidad de siempre, nos dejó la llave del zoom con baños donde podíamos cenar cómodamente después de las pedaleadas.

Llegar a roque no es difícil, es un destino ideal para semana santa por el clima y porque la ruta no está colapsada como la que va a la costa en estas fechas, lo único que tiene es un firulete poco claro para empalmar la ruta 6 con la 205, por suerte en enero ya nos habíamos topado con lo mismo en el viaje a Esquel, por lo que esta vez fue moco ´e pavo con la caravana de autos.

Las carpas las dejamos armadas la tarde del jueves, preparamos las bicis ya con la luz artificial del predio y como no pedaleamos, la noche dio para sacar fotos y comer pizza que compramos en el mismo boliche céntrico de hace 4 años. Por suerte esta vez el olor de la laguna  no era tan fuerte, o por lo menos ya estábamos mentalizados, detrás de la laguna hay un terrible matadero donde vierten desechos a cielo abierto y por lo que se ve en los zanjones que lo rodean, todo se filtra a la laguna, el olor nauseabundo a muerte es un contraste importante a un paisaje muy agradable y apacible.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano, desayunamos y partimos a la aventura, el destino eran varios pueblos, la vuelta planeada eran 97 km en total que nos iba a demandar todo el día. En la cuenca del Salado están dragando, para salir a la ruta paseamos sobre el terraplén y vimos un paisaje lunar de montañas de tierra y barro reseco del río. Pasamos frente a la lujosa estancia de los Blaquier y seguimos hasta Carboni, entramos a la estación con extremo cuidado porque la vez pasada (entrando a Elvira) un buen hombre nos saludó y nos dijo  así nomás “-Tengan cuidado con las rosetas”, a lo que no le dimos importancia, pero sí que la tenía, todos salimos con las ruedas pinchadas por múltiples espinas, el que más ligó fue 10 pinchazos por rueda, así que esta vez ingresamos con la paz mental del que zapatea en un campo minado. No se si no había tanta espina o si el cuidado que bordeaba la paranoia fue realmente efectivo, la cosa es que nadie pinchó en los tres días.

Comimos y sacamos fotos en la estación, luego sin necesidad de viajar a Barcelona visitamos la iglesia La Sagrada Familia, construida por los Blaquier en 1928. Pasamos por Sol de Mayo buscando la pulpería cerrada, Martín casualmente le preguntó al hijo de la dueña que pasaba a caballo y llamó a su madre, quien gentilmente nos mostró el lugar (estábamos justo en la puerta de la pulpería sin saberlo), fue un lujo que pocos pueden disfrutar. Pasamos por Elvira y evitamos su estación de pinchado de ruedas, luego Ernestina y volvimos a la base. En el predio nos encontramos con los Cardíacos que habían pedaleado desde Cañuelas y llegaron medio tarde para armar las carpas.

Al día siguiente encaramos para Begueríe, unos 60 km de campo por caminos arenosos. Este año por suerte hubo una lluvia reciente y los caminos estaban firmes, por lo menos dejaban pedalear, el camino a Begueríe es muy arenoso, en 2018 debe haber estado intransitable. Al mediodía comimos en el restobar La Esperanza, donde su dueño se quedó conversando un buen rato y posó para la foto grupal. Seguimos visitando las iglesias, volvimos a roque y me topé con la casa de Perón que estaba ahí a mano para sacar alguna foto de pasada.

El tercer día fueron otros 60 km pero rumbeando hacia la Laguna de Lobos, pasamos antes por Salvador María que queda ahí nomás de la laguna, donde nos aprovisionamos para el almuerzo frente al agua. Volvimos un buen tramo por ruta porque había puentes rotos, por lo que el camino fue un agradable paseo de despedida de roque. Al regresar juntamos las cosas en poco tiempo y encaramos la ruta que ya no estaba tan tranquila, a medida que nos acercábamos a La Plata más y más gente aparecía, pero valió la pena tener paciencia, sabiendo que habíamos disfrutado 220 km en  tres días con un clima ideal.

Guillermo Moreira